martes, marzo 17, 2009

Fingí ser quien mi cabeza dictó en ese momento. Era yo en mis zapatos voladores, intentando ser otra. Hablé con el corazón encerrado dentro de mi cerebro para que no conocieras la real dimensión del sentimiento que se entregaba en mis palabras, y en las lágrimas que irremediablemente dejé asomar cuando vi tu cara tan, tan desesperadamente expresiva pero indescifrable a la vez. No quise ser una adolescente otra vez y demostré una vez más que lo sigo siendo, porque mi edad cronológica no corresponde a la emocional y tal vez nunca lo hará.





El engaño es adictivo, y sabe parecido al amor.
Yo te digo como siempre, quien de nada se arrepiente es más feliz.